El reglamento SFDR: una oportunidad para las entidades financieras de contribuir al desarrollo sostenible

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El pasado 10 de marzo, entró en vigor el Reglamento (UE) 2019/2088 sobre divulgación de información relativa a la sostenibilidad en el sector de los servicios financieros, conocido por sus siglas en inglés SFDR (Sustainable Finance Disclosure Regulation), que supone un cambio sustancial en el mundo de la inversión sostenible y que ha agitado el sector durante el último año. El Reglamento de Divulgación de Finanzas Sostenibles, es parte de una propuesta más amplia de la Unión Europea para redirigir capital hacia negocios más sostenibles y supone una transformación completa de la oferta de productos financieros, tanto en las políticas internas de los operadores financieros, como en la clasificación de los productos financieros sostenibles.

En una encuesta elaborada por Analistas Financieros Internacionales (Afi), Allianz Global Investors y finReg360, se confirmó que, a pesar de que casi un 90 % de los inversores desearía invertir en productos sostenibles, actualmente, la mayoría no están familiarizados con las inversiones sostenibles. El nuevo reglamento SFDR busca cambiar esto. Con la aplicación de este reglamento, los inversores podrán tomar decisiones más informadas sobre cuestiones de finanzas sostenibles, tendrán mayor y mejor información a la hora de decidir sobre sus inversiones y permitirá comparar de forma más homogénea los productos ofrecidos por las distintas entidades.

¿Qué es el reglamento SFDR?

El Reglamento sobre Divulgación de Finanzas Sostenibles, SFDR, exige a todas las gestoras de activos que incluyan los riesgos de sostenibilidad en sus decisiones de inversión y requiere que los fondos estén claramente categorizados según su nivel de sostenibilidad. Las entidades deben documentar sus objetivos, sus políticas y sus metodologías (relativos a los principios sostenibles) en los folletos, las páginas web y los informes periódicos. Además, el reglamento diferencia los requisitos de divulgación entre los de las entidades y las de los productos financieros.

Una parte clave del nuevo reglamento es la clasificación de los fondos. Hasta ahora, cada gestora podía utilizar sus propios criterios de clasificación. El Reglamento sobre Divulgación de Finanzas Sostenibles obliga a clasificar todos los productos de inversión que se gestionan en las siguientes tres categorías:

  • Productos que tienen un objetivo de inversión sostenible (artículo 9).
  • Productos que promueven objetivos medioambientales o sociales (artículo 8).
  • Productos no sostenibles (artículo 6).

Esta clasificación persigue aumentar la transparencia y facilitar que los inversores finales comprendan cómo la sostenibilidad influye en sus inversiones.

La implementación de este reglamento supone un gran avance en temas de transparencia, pero su implementación no ha sido sino un desafío para el sector financiero.

Decalaje en la implementación del reglamento

El marco regulatorio sobre la información de sostenibilidad se mueve en dos niveles, es decir que no todo el paquete de normas sobre el reglamento SFDR entra en vigor al mismo tiempo.

La primera parte, vigente desde el 10 de marzo, obliga a los participantes en mercados financieros a especificar en sus webs y en los folletos de sus productos si tienen en cuenta o no la sostenibilidad a la hora de gestionar los activos. Sin embargo, no entra a valorar cómo se detalla esa información. La segunda fase es donde se homogeneizará la forma de comunicar la mencionada información, es decir, una adaptación técnica y concreta de la aplicación del Reglamento. En un principio, se planteaba que la segunda fase pudiese estar aprobada para el momento de la aplicación del Reglamento (fase 1), pero no ha sido así, y se prevé que la norma definitiva entre en vigor al inicio del 2022.

Este decalaje en la aplicación de la normativa en dos fases, supondrá tener que enfrentarse a un proceso de adaptación – modificar los fondos inicialmente evaluados y ajustarlos a los requerimientos de la fase 2-, con la incertidumbre y los costes que esto supone para el sector financiero.

Falta de taxonomía

Uno de los problemas que tiene la inversión sostenible es su definición, ya que puede interpretarse de distintas maneras. La taxonomía de la UE es una nueva normativa cuyo objetivo es crear un concepto armonizado de lo que realmente es “sostenible”, proporcionando un lenguaje común y criterios uniformes para identificar qué actividades se pueden considerar sostenibles para el medio ambiente. Pero esta taxonomía todavía está en desarrollo.

El reglamento SFDR en su primera fase, no entra a valorar qué es o no sostenible, simplemente requiere que las entidades se autodefinan al respecto. Esto, junto con la falta de una taxonomía definida, conlleva al riesgo de “greenwashing”, el intento de hacer que determinados productos o estrategias parezcan sostenibles cuando en realidad no lo son.

Aunque estamos de acuerdo que hubiera sido ideal contar con una taxonomía plenamente desarrollada en el momento de entrada en vigor del reglamento, el hecho de que no lo esté, no limita la oportunidad de avanzar hacia una homologación de los términos y de la información a la que tienen acceso los clientes. Cuando entre en vigor la taxonomía enriquecerá, concretará y facilitará esta labor, pero su ausencia no debería paralizar el avance en este camino.

Carácter transversal de los factores ESG

Uno de los principales retos a los que se han enfrentado las entidades financieras para cumplir con el reglamento es el carácter transversal que tienen la sostenibilidad dentro de la organización y la necesidad de involucrar a toda la entidad alrededor de la inversión sostenible: alta dirección, área de negocio, función de riesgos, auditoría interna, cumplimiento, etc. Además, este nuevo reglamento afecta a toda la cadena de producción de la industria financiera. Desde el marketing, a la gestión, pasando por el diseño en sí de los productos financieros. Durante este último año, las entidades financieras han tenido que llevar a cabo un extenso proceso de clasificación de sus fondos, redactado de los nuevos folletos, actualización de los informes, y rediseño de las páginas web, entre otros, con la consiguiente inversión en recursos y tiempo que esto ha supuesto para las entidades. Aunque entendemos la complejidad y el trabajo que ha supuesto la adaptación a este nuevo reglamento para las entidades financieras, creemos que verán compensado su esfuerzo, ya que la normativa está impulsando al sector financiero a ampliar sus horizontes, redireccionando su oferta hacia productos sostenibles que satisfagan la creciente demanda de los clientes.

Impacto más allá del sector financiero

El reglamento SFDR, aunque afecta directamente a los participantes de los mercados financieros, indirectamente tiene impacto también en el resto de las empresas. Éstas, a través de los datos que aportan en los informes de sostenibilidad y en los Estado de Información No Financieros (EINF) deberán informar sobre la contribución de su negocio a la sostenibilidad. Los inversores se basarán en esta información reportada para calcular la contribución sostenible de las empresas y los asesores valorarán que productos encajan con su política de sostenibilidad. Por lo que todo está interconectado, y no se puede aislar el reglamento SFDR como que simplemente afecta al sector financiero.

De hecho, la Normativa europea sobre Información No Financiera, traspuesta en España con la Ley 11/2018 del 28 de diciembre, está actualmente en revisión en la Unión Europea a fin de que exista una correlación de información en materia de sostenibilidad en los informes que emiten las empresas, con las normativas que impulsa la UE dentro de su Plan de Finanzas Sostenibles y con la Taxonomía.

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La implementación del reglamento SFDR es un proceso en evolución, pero que supone un paso fundamental para encontrar formas adecuadas de comunicar la sostenibilidad y reducir la incertidumbre de las empresas, los gestores y los clientes finales. Con la entrada en vigor de esta nueva normativa, el sector financiero, algo estigmatizado en los últimos tiempos, tiene una gran oportunidad para poder contribuir al desarrollo sostenible y convencer a la sociedad, de que su papel en esta carrera es muy relevante y necesario.

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